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Era un lunático, con la niñez tierna, reflexiva, de miradas fijas a la luz, del niño lunático, con la adolescencia apasionada en que el lunático crea los tipos de mujer más bellos, y después, cuando ya se acerca la madurez en que el lunático se precipita en el lunatismo de luces enloquecidas y de señales luminosas entrecruzadas, es el viajero, el que dirige unas excavaciones en el Egipto y, por fin, el que, al volver de nuevo a la metrópoli, ve tan oscura la vida, tan inútil, tan lejana a la luna, que busca la luna saltando en el trampolín del suicidio.rata además de mostrar cómo una cierta dosis de ceguera participa en cada una de las fases de la experiencia estética: la poiesis (creación), aiesthesis (recep ción) y katharsis (reacción).El recorrido del texto por la galer¡a de monocromos atraviesa cuatro colores y cuatro cineastas: Jean Luc Godard, el artista ciego: la pantalla blanca del instante de la creación; Marguerite Duras, la obra monocroma: la ceguera negra por ausencia/deseo; Harun Farocki, el espectador ciego: la pantalla roja que comienza la revolución y Derek Jarman: la ceguera total, el virus azul como interrupción.Cine ciego es un libro pero a la vez contiene una o varias pel¡culas que, como todas las demás, se proyectará sobre todo detrás de nuestros ojos cerrados.mo el que reconforta, anima y transforma. Los dos nos encaminan hacia algo más grande y más bello. Y qué placer viajar con dÆOrs por esta poes¡a de engañosa ligereza, llena de calidez y de humor, que no pasará de moda ni perderá significado. Ana Eire